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domingo, 14 de abril de 2013

Blood Bowl I


Blood Bowl

Por Tom el Afortunado

Blood Bowl, lo llaman, el deporte más sangriento que se haya inventado jamás. ¿Deporte? Bueno, sí, hay un balón por ahí, con tachuelas puntiagudas en las costuras y pegajoso de tanta sangre. Y sí, también hay un marcador que refleja el número de touchdowns anotados por cada equipo. Y un árbitro que… bueno, un árbitro que intenta sobrevivir de la mejor manera posible.
¿Y cómo he llegado yo aquí? Recuerdo haber desembarcado y recuerdo haberme dirigido, con unos cuantos compañeros a una taberna de las del muelle, un antro sórdido, lleno de humo y violencia, en el que ocupamos una mesa y comenzamos a beber. Lo siguiente que recuerdo es despertar o, mejor dicho, abrir ligeramente los ojos y ver a un tipo enorme, probablemente un medio-algo (¿orco, troll?), que me ajustaba un pectoral abollado con bastante poca delicadeza.

El griterío de la multitud es ensordecedor. Estamos separados de ellos por unos barrotes bastante sólidos, lo único que nos aleja de una muerte segura. El único sitio donde hay más violencia que en un partido de Blood Bowl es en las gradas de un partido de Blood Bowl. Junto a mí, un tipo flacucho y con la mirada perdida, incapaz de fijarla en algo más de dos segundos. Apenas lleva protecciones, unas rodilleras acolchadas y un viejo casco adornado con una pluma de color verde. Le examino detenidamente: en cuanto salga al campo lo van a despedazar. “Como a mí”, me digo. Y ese pensamiento tan siniestro hace que se me dibuje una medio sonrisa en el rostro, esa mueca del que se sabe sin salida y sólo puede seguir avanzando.

El medio-algo que me colocó la armadura está ensañándose con uno de los enanos del equipo contrario. Lo tiene atrapado entre sus fuertes brazos. El enano parece desmayado. Apenas sí se mueve cuando le arranca la nariz de un bocado. Abre los brazos y el enano cae a sus pies, con la cara ensangrentada, los bigotes y la barba apelmazados por el fluido vital. El rugido que emite la garganta del enorme tipo confirma mi teoría de que el tipo es un medio-algo. Ningún humano podría emitir semejante sonido. En las gradas, el efecto del rugido es como el de una fusta en la grupa de un caballo: la violencia se desata en varios puntos a la vez.
Un grupo de enanos, seguidores del equipo contrario, han agarrado a un tipo chiquitín y gordinflón (un halfling, con toda seguridad) y lo han sumergido en un barril de cerveza. El tipo patalea unos segundos, salpicando a los que están a su alrededor; después, con una última sacudida, deja de moverse, lo que provoca la carcajada del grupo de enanos.
En la grada contraria acaba de estallar algo. El estruendo de la explosión ha provocado que incluso los jugadores hayan desviado la atención hacia allí. El caos se multiplica y unos cuantos seguidores enloquecidos invaden el campo, saltando sobre un par de tipos que estaban en el suelo, machacándolos a patadas. Ahora tenemos dos jugadores menos que el equipo contrario.

En la siguiente anotación el flacucho y yo tendremos que salir ahí. Mi compañero no parece haberse dado mucha cuenta o, si se la ha dado, no parece importarle, pero a mí no me hace ni puta gracia tener que salir ahí.

* La imagen que acompaña este artículo procede de esta página

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