Blood Bowl |
Por Tom el Afortunado
Blood Bowl, lo llaman, el
deporte más sangriento que se haya inventado jamás. ¿Deporte? Bueno, sí, hay un
balón por ahí, con tachuelas puntiagudas en las costuras y pegajoso de tanta
sangre. Y sí, también hay un marcador que refleja el número de touchdowns
anotados por cada equipo. Y un árbitro que… bueno, un árbitro que intenta
sobrevivir de la mejor manera posible.
¿Y cómo he llegado yo
aquí? Recuerdo haber desembarcado y recuerdo haberme dirigido, con unos cuantos
compañeros a una taberna de las del muelle, un antro sórdido, lleno de humo y
violencia, en el que ocupamos una mesa y comenzamos a beber. Lo siguiente que
recuerdo es despertar o, mejor dicho, abrir ligeramente los ojos y ver a un
tipo enorme, probablemente un medio-algo (¿orco, troll?), que me ajustaba un
pectoral abollado con bastante poca delicadeza.
El griterío de la
multitud es ensordecedor. Estamos separados de ellos por unos barrotes bastante
sólidos, lo único que nos aleja de una muerte segura. El único sitio donde hay
más violencia que en un partido de Blood Bowl es en las gradas de un partido de
Blood Bowl. Junto a mí, un tipo flacucho y con la mirada perdida, incapaz de
fijarla en algo más de dos segundos. Apenas lleva protecciones, unas rodilleras
acolchadas y un viejo casco adornado con una pluma de color verde. Le examino
detenidamente: en cuanto salga al campo lo van a despedazar. “Como a mí”, me
digo. Y ese pensamiento tan siniestro hace que se me dibuje una medio sonrisa
en el rostro, esa mueca del que se sabe sin salida y sólo puede seguir
avanzando.
El medio-algo que me
colocó la armadura está ensañándose con uno de los enanos del equipo contrario.
Lo tiene atrapado entre sus fuertes brazos. El enano parece desmayado. Apenas sí
se mueve cuando le arranca la nariz de un bocado. Abre los brazos y el enano
cae a sus pies, con la cara ensangrentada, los bigotes y la barba apelmazados
por el fluido vital. El rugido que emite la garganta del enorme tipo confirma
mi teoría de que el tipo es un medio-algo. Ningún humano podría emitir
semejante sonido. En las gradas, el efecto del rugido es como el de una fusta
en la grupa de un caballo: la violencia se desata en varios puntos a la vez.
Un grupo de enanos,
seguidores del equipo contrario, han agarrado a un tipo chiquitín y gordinflón (un
halfling, con toda seguridad) y lo han sumergido en un barril de cerveza. El tipo
patalea unos segundos, salpicando a los que están a su alrededor; después, con
una última sacudida, deja de moverse, lo que provoca la carcajada del grupo de
enanos.
En la grada contraria
acaba de estallar algo. El estruendo de la explosión ha provocado que incluso
los jugadores hayan desviado la atención hacia allí. El caos se multiplica y
unos cuantos seguidores enloquecidos invaden el campo, saltando sobre un par de
tipos que estaban en el suelo, machacándolos a patadas. Ahora tenemos dos
jugadores menos que el equipo contrario.
En la siguiente anotación el flacucho
y yo tendremos que salir ahí. Mi compañero no parece haberse dado mucha cuenta
o, si se la ha dado, no parece importarle, pero a mí no me hace ni puta gracia
tener que salir ahí.
* La imagen que acompaña este artículo procede de esta página
No hay comentarios:
Publicar un comentario