Mongolia en la Librería Muga |
Como el público con ellos; ese público que les ha acompañado desde el principio, que estaba ávido de un referente en la prensa, ese público que abarrota la librería (como ha abarrotado el resto de espacios en los que se ha presentado el libro), ese público que echaba de menos llevar bajo el brazo un periódico del que poderse sentir orgulloso, un periódico que representa a gran parte de la sociedad, como en su momento sucedió con los que llevaban El País bajo el brazo, como recordó Ismael Serrano.
Ese periódico, ese antiguo ejemplo a seguir, al que aludió Gonzalo Boye, el responsable editor irresponsable de Mongolia, cuando recordó que no les habían incluido en los Premios Ortega y Gasset de Periodismo, pese a haber recibido el premio a la defensa de los valores humanos por parte del Club Internacional de Periodismo.
Este último galardón se suma a otros muchos que han recibido a lo largo de este primer año de vida. La recompensa a un trabajo bien hecho está ahí, en las estanterías donde se acumulan los premios y en los corchos de la redacción, donde cuelgan las innumerables fotografías que los agradecidos lectores les remiten.
El Libro Rojo en mi casa, entre Gila y Anguita |
Mongolia, efectivamente, es un país. Y es un país digno de admiración, porque pasan cosas que provocan mucha envidia.
Un país en el que se señalan las desnudeces de los emperadores, en el que se ríen de los palmeros que alaban las bondades del traje nuevo, en el que se descubren los tejemanejes de los poderosos, y en el que se le llama pan al pan, y camelo a la religión.
Cumplido el año de existencia de esta manera tan roja y didáctica, con "este libro impresicindible en toda biblioteca que se precie" (Serrano dixit), sólo queda agradecer la existencia de esta revista, desear una larga y próspera vida y confiar en que esa mala reputación que les precede siga aumentando.
¡Viva Mongolia!
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