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viernes, 13 de diciembre de 2013

Lo que piensan los músicos



Todo lo que vais a leer a continuación procede de la interpretación de la imagen que acompaña al texto. Es posible que alguno de los músicos desmienta lo que aquí vais a leer. No les hagáis caso. ¿Desde cuándo mienten los periodistas? Ah, y el concierto espectacular, para quien le interesen esas cosas...

Bogui Jazz, Madrid. Concierto de la Harmonía Big Band Project. El primer solo del concierto lo interpreta uno de los saxos, el que se sienta al extremo de la primera fila, la más cercana al público. En realidad no estaba previsto que la actuación comenzara con un solo pero, como no había sillas para todos, le ha tocado quedarse de pie y, “ya que estoy así, me luzco un poco”, ha pensado.
A su lado, otro de los saxos se fija en la silla vacía que hay delante del escenario. “Me dijo que vendría, que no se lo perdería por nada del mundo y yo, que soy gilipollas, me lo creí”, piensa con amargura.
El tercer saxo, a la izquierda del anterior, fija la vista en el fotógrafo, enviándole órdenes mentales: “Manolo, por tus muertos, no te pido que me saques guapo, me basta con que apartes tus dedos del objetivo cuando vayas a disparar”.
Más a la izquierda, el cuarto saxo aprovecha que su mano izquierda queda oculta tras el atril en el que reposa la partitura para enviarle un whatssap a uno de los trombones de la segunda fila. “¿Sabes cómo va el Atleti?”, pregunta. “1-0, gol de Diego Costa”, responde.
El quinto saxo, el último de la fila, ajeno a todo, es el único que sigue tocando, además del solista, bajo la atenta mirada de otro de los trombones de detrás. “Después habrá que repasar en el camerino el concepto de solo con él”, reflexiona.
En un extremo de la segunda fila, aprovechando la música de los saxos, se vive una apasionada escena de amor entre un músico y su instrumento. “Bésame”, pide él. “Tú primero”, responde el trombón.
La luz de los focos tiñe de púrpura la pared del fondo del club y hace que la temperatura aumente unos cuantos grados en esa zona. El contrabajo se pasa la mano por los largos cabellos, haciendo memoria, pensando en quién tuvo la brillante idea de que la banda actuara siempre con camisa de manga larga y corbata negra, el atuendo ideal para tocar debajo de los focos.
Junto a él, tres músicos y medio más. El medio que falta descansa en el camerino hasta la segunda parte del concierto. Cosas de la bipolaridad de los artistas.
Los otros intentan que no se note que se han olvidado los instrumentos en casa, el más alto silba la melodía, los demás acompañan con las palmas. El espectáculo ha de continuar. Siempre. Aunque sea sin instrumentos.

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