Sean feos

Ahora, cuando llueve, parece que se ha estropeado algo. Cuando hace frío también. Y cuando nieva.
Parece que no haya espacio para los días feos, que todo tiene que ser primavera y sol y alegría y fiesta continua. Pero como la vida no es así, por mucho que se empeñe la publicidad (esa maldita mentirosa embaucadora), luego vienen las frustraciones y los malos humos. Y se acumulan las reclamaciones del espíritu y suben las acciones de Prozac. Y la mala baba nos desborda porque nos prometieron gafas de sol y cuerpos danone y llevamos veinte días de paraguas pegado al brazo y la operación bikini, afortunadamente, ha vuelto a fracasar.
Adoro la imperfección, la fealdad y la irregularidad. Disfruto con las tardes de perros, con los chuzos de punta y con tu cuerpo arrebujado bajo la mantita en el sofá. Me apasionan la imprevisión, las risas en los entierros, los llantos en las bodas, los días de playa pasados por agua y la grisura de un cielo permanentemente encapotado.
Esa es la vida de verdad, no la que promete la publicidad.
No caigan en su trampa.
Disfruten: sean feos.