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viernes, 21 de junio de 2013

Un corte en toda regla

Toda una vida haciendo de especialista, saltando por las ventanas de los edificios, cayendo desde alturas imposibles, conduciendo coches que terminaban, inevitablemente, estrellados e, incluso, mostrando las nalgas para que las fláccidas posaderas de los protagonistas no salieran en pantalla.
Toda una vida haciéndolo y ahora me vienen con éstas, que no me muero bien, que no resulto creíble como muerto, gracias por venir, el abrigo del señor, que ya se va.
¿Que yo no me muero bien? Yo, que me he muerto de todas las maneras posibles, hasta de cinco maneras diferentes en la misma escena, en una de las batallas de Braveheart; me mataron dos veces como escocés y tres como inglés, una de ellas fue el propio Mel Gibson el que me abrió en canal con su espada. Y cuando gritó "corten", porque él también era el director de la película, me tendió la mano para ayudarme a que me levantara; me guiñó el ojo y me palmeó el hombro amistosamente. Eso no se le hace a alguien que no se muere bien.
En la primera parte de Robocop me acribillaron a balazos; tres cargadores me vació el protagonista en el estómago, ra-ta-ta-ta-ta, y las bolsas con esa mezcla de sangre artificial y gelatina de fresa volaban por los aires que daba gusto, mientras yo me retorcía un par de veces antes de caer al suelo. En Alien III sustituí a uno de los presos que se zampaba el bicho, en Godzilla me aplastó la zarpa del monstruo y en Piratas del Caribe me devoró el kraken.
He sustituido el culo de tantos actores que ya no lo siento como propio. De hecho no lo es, es propiedad del banco, como estipula la cláusula 28 de mi hipoteca. Mi esposa ya no tiene fantasías con las estrellas; las nalgas de los actores le resultan demasiado familiares.
Y ahora, más de treinta años después de dedicación, contracturas, lesiones, inclemencias meteorológicas, escaso salario e ingratitud, ¿os atrevéis a decirme que no me muero bien?
Así están las cosas, me responden, encogiéndose de hombros.
No, así no están las cosas, les digo, mientras cojo mi abrigo. Las cosas van a estar mucho peor, afirmo, sacando la katana que siempre llevo encima, recuerdo de mi participación en Kill Bill.
Cómo le cambia la cara al tipejo repeinado, y qué maravilla ver temblar al de los rizos. Zas, zas, dos rápidos tajos, uno de ida y otro de vuelta; el saldo de hijosdeputa se ha reducido en dos unidades. "Corten", me digo a mí mismo; nunca mejor dicho.
Limpio la katana en la americana del repeinado mientras les miro a la cara. ¿Así es como hacéis de muertos?
¿Veis como no tenéis ni puñetera idea?

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